Trabajando por la salud integral

Seres biopsicosocioespirituales

Si bien el concepto de salud integral atraviesa transversalmente tanto mi vida personal como mi trabajo de consultoría hace ya varios años, creo que es tiempo de hablar explícitamente de su importancia, sus alcances y su impacto, tanto en el desarrollo personal como en la funcionalidad de la familia.

La vida biológica, la vida de nuestra psiquis (mente, alma), la vida social y el aliento espiritual son partes de un todo que nos compone. Cuidar de nuestra salud integral implica ocuparnos de cada una de estas áreas.

“Comúnmente, nos preocupamos por nuestra salud cuando estamos enfermos, pese a que “estar saludable” debería ser un interés constante en nuestra vida. Por lo tanto, desde la perspectiva integral, estamos saludables cuando gozamos de capacidades físicas, mentales, intelectuales, afectivas y sociales que nos hacen sentir seres humanos plenos y felices.” (Yimi Vera Barboza – 2010)

Desde la orientación familiar consideramos que la prevención y la educación constituyen algunas de las herramientas claves para el desarrollo tanto familiar como personal. Cuando nos anticipamos a los problemas incorporando nuevos recursos nos prepararnos para las crisis que inevitablemente llegarán, a fin de que éstas nos encuentren fuertes, estables y con fundamentos sólidos desde los cuales hacerles frente.

En la actualidad, muchas voces se levantan proclamando las virtudes de un estilo de vida que descanse sobre las premisas de la salud integral, y si bien considero este hecho como algo que nos beneficia, estimo necesario hacer uso de la prudencia al momento de tomar decisiones, indagando cuidadosamente sobre la veracidad de sus dichos y la fundamentación científica – objetiva y comprobable – , que los respaldan.

Otro dato, no menos importante, es recordar la singularidad humana. Necesitamos entender que las estadísticas, los aportes de las experiencias profesionales y los testimonios de las vivencias personales son datos valiosos, pero no representan la totalidad de los casos. Compararnos con otras personas o familias e imitar sus conductas solo porque “a ellos les funcionó” significaría caer en un reduccionismo que nos distancia de una verdad que no debemos olvidar: cada ser humano es una pieza única.

Actualmente, al revolucionario modelo biopsicosocial propuesto por George L. Engel en 1977, que introduce los componentes relativos a la dimensión  psíquica y al área social reformulando el concepto tradicional de salud, se le suma la consideración del aspecto transcendente o espiritual del ser humano.

“…el ser humano es una persona y no se trata de un cuerpo y ya, si no de un ser bio-psico-socio-espiritual que trasciende de la corporalidad y que tiene un valor en sí mismo, un valor ontológico y una dignidad que lo vuelven objeto de derecho, respeto y libertad.” (J. M. Muñoz, S. Becerra, 2024)

Por último, y solo a modo de introducción al tema que nos convoca, creo necesario reflexionar sobre las implicancias de considerar la salud de forma integral, entendiendo que las carencias en alguna de las partes que la componen afectará indefectiblemente el todo. Por ejemplo, una persona luchando contra síntomas de ansiedad y depresión tarde o temprano se verá afectada en su salud física, impactada en su vida social e incluso debilitada en su fe.

Partes de un todo

A ninguno de nosotros se nos ocurría pensar en el sistema respiratorio como una “parte aislada” del ser humano, o considerar la fractura de un hueso como un incidente que guarda poca relación con el eventual sufrimiento y/o bienestar del cuerpo. Somos conscientes de que cada sistema del cuerpo humano nos compone, con funciones específicas que al mismo tiempo son complementarias; también identificamos al daño físico o la enfermedad como una situación que excede su manifestación concreta en el cuerpo y hace notar su presencia en otras áreas, por ejemplo: haciéndonos sentir preocupados o tristes (área psíquica) y hasta disminuyendo nuestro deseo de relacionarnos con otras personas (área social).

Por eso, pensar en la persona considerándola un ser bio-psico-socio-espiritual implica contemplar a cada una de estas áreas, con sus funciones específicas, como parte integrante de una unidad indisoluble que necesita ser respetada y cuidada como tal.

Referencias